Hace ya unos cuantos años, siendo colaboradora del programa dominical matutino de Juan Manuel Poveda, en la cadena Ser, recibí la llamada de una joven ama de casa. Ese día hablaba sobre el estrés del ejecutivo, sus causas y consecuencias. La joven me planteó indignada, que se hablaba mucho del estrés de los hombres ejecutivos y por contra, no se hablaba nunca del estrés del ama de casa. Me cogió por sorpresa y en parte tenía razón, cosa que me hizo sentir molesta. En cuestión de segundos tenía que dar una respuesta coherente y satisfactoria y no tenéis idea de la presión que se siente cuando reconoces la razón de tu interlocutora y sabes que espera de ti una una solución o al menos una aclaración al problema de invisibilidad que tenía y aun tiene este sector de la sociedad.
Es sorprendente como responde la mente ante situaciones que en principio parecen no tener respuesta o solución. Me sorprendí a mi misma diciendo: «No pensaba yo que al hablar del estrés del ejecutivo no hablase de las amas de casa. Por lo que yo entiendo, una familia es en realidad una pequeña empresa con todos los requisitos de la misma, a saber: posee un espacio, unos gastos e ingresos, un tiempo a gestionar, unas responsabilidades a repartir entre sus miembros. Todo eso me lleva a pensar que la persona que gestiona en su mayor parte todas estas áreas, puede sufrir procesos de estrés que no diferirán demasiado de los de cualquier ejecutivo».
Le pregunté si había satisfecho sus dudas y su respuesta me dio a entender que ella estaba tan sorprendida como yo. Dijo simplemente: «No lo veía yo así» y colgó. Supongo que pensaría largo y tendido en su profesión y tal vez cambió la imagen que tenía de si misma y de su trabajo.
Supongo esto, porque a mí sí que me cambió la percepción del oficio más antiguo del mundo, el de «AMA DE CASA». Tanto, que a partir de ese momento se inició, contando con mi colaboración, un proyecto para hacer un diploma universitario para el ama de casa en gestión familiar. He de decir que no se llevó a cabo. Pero esa es otra historia.
Durante años he trabajado la Psicología basándome en mi propio proyecto. El ama de casa como gestora de una pequeña pyme. Hice terapia de familia y pareja y la experiencia me enseñó que la mayoría de los problemas en las relaciones vienen del área económica de la relación. Al hablar de economía hay que pensar en lo que he puesto más arriba de la pequeña pyme familiar y sus áreas económicas. No es solo el dinero lo que se gestiona en una empresa, por grande que esta sea.
La experiencia me fue dando la razón. En otra ocasión tuve como pacientes una pareja con graves desavenencias. No llegábamos a un acuerdo por más soluciones que se pusieron sobre la mesa. Decidí hacer un análisis en profundidad de su reparto en las diferentes áreas económicas. Y al fin encontré la causa del problema. Hablando con ella del reparto del espacio me explicó que su vivienda, comprada a medias con su marido, constaba de tres habitaciones y demás dependencias normales en una casa. El marido usaba una habitación para despacho, otra para su hija de un anterior matrimonio y la otra era la de matrimonio que compartía con su mujer. Me comentó que su marido no consentía que ella utilizara la habitación de la hija de ninguna manera y la niña la usaba solo una vez cada quince días. La situación había llegado a ser tan grave que ella se planteó seriamente la separación. ellos no tenían hijos en común y ella por su parte no tenía.
Los reuní a los dos para explicarles la raíz del problema. Hice un esquema de la vivienda y repartí el espacio proporcionalmente al cincuenta por ciento según el título de propiedad. De las tres habitaciones, uno de los propietarios usaba dos y media, dejando a la copropietaria solo media habitación, la de matrimonio. Esta se sentía mal en cuanto a la propiedad, pero todavía se sentía peor en cuanto al trato recibido por parte de su pareja: reproche, chantaje emocional; todo, con tal de mantener sus privilegios espaciales. Les expliqué que si la situación no cambiaba el pronostico era poco halagüeño. Antes o después se produciría la ruptura, puesto que la deuda de espacio se iría almacenando. Si tenemos en cuenta que el espacio tiene un valor económico, ella estaba harta de ceder parte de lo que en derecho le pertenecía por una obligación que no le pertenecía.
Accedió el marido a compartir el despacho y accedió también a que su mujer utilizara la otra habitación para planchar durante los días que no estaba su hija. Les expliqué que era ella la que cedía parte de su propiedad al marido, media habitación, para que la usase su hija.
Cuando he contado este caso, algunas mujeres me han dicho que ella tenía la obligación de ceder la habitación al marido para su hija. Lamento discrepar, pero en ese caso la otra dueña de la casa hubiera tenido derecho a usar el despacho para ella sola. O sea, una habitación para cada uno y la de matrimonio a medias.
Pensad en ello. Pensad en que muchas veces somos injustas con nosotras mismas y si tratamos de serlo nos reprochan que somos egoístas.
No quiero cansaros. Espero os interese o por lo menos empecéis a comprender que a la mujer le faltan números y le sobran sentimientos.
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